Esta vez no vi la situación de Venezuela por televisión, porque hasta lo que allí se expone al público no se compara con la realidad, me lo dijo Andrea (joven abogada venezolana) que llegó al Ecuador hace un mes, su primera estadía fue en Quito y el viernes pasado al concluir las clases de Radio y Locución me la encontré aquí en Cuenca, desorientada aún, pues apenas había llegado la noche anterior a esta ciudad para empezar a buscar trabajo y no de abogada sino en la plaza que esté disponible. Andrea me pidió ayuda con una dirección, justo ella tendría que tomar el mismo bus que yo, así que fuimos juntas hasta la estación de El Arenal, con tiempo suficiente para conocer de cerca la tremenda realidad de su país.
“No me trago los reportajes de la televisión”, prefiero escuchar a quienes llegan de Venezuela a nuestro país a buscar trabajo con el objetivo de enviar parte del dinero que obtienen a sus familiares que aún se encuentran allá. Me dijo Andrea que debía trabajar lo más pronto para enviar dinero a sus padres y así no mueran de hambre, porque los precios de los alimentos están por las nubes en Venezuela, además de que son tan difíciles de conseguirlos.
El padre de Andrea padece fibrosis pulmonar y con la situación económica y política de Venezuela su enfermedad ha empeorado. “La gente se está enflaqueciendo, mi hija de 1 año de edad y yo hemos logrado recuperar peso desde que llegamos a Ecuador”, añade la venezolana, quien además al llevar a su hija a un Hospital Público de Quito se quedó sorprendida, pues me afirmó que ni las Clínicas ni Hospitales Privados de Venezuela están bien equipados como los Hospitales Públicos del Ecuador, debido a la escasez de insumos.
Los “malandros” como se les llama comúnmente a los delincuentes en Venezuela la tienen asediada a tal punto que Andrea prefería evitar salir de casa y aun estando en ella se sentía intranquila, por lo que desde alguna ventana estaba pendiente de que ningún malandro esté merodeando la zona y en caso de salir de casa, al regresar ingresaba corriendo antes de que los delincuentes la atraparan en la puerta. La energía eléctrica es inestable, en muchas ocasiones ‘se va la luz’ en la noche, lo que aterra más, pues ese es el momento que los malandros esperan para cometer sus fechorías.
Aquel día más que conocer lo que está pasando en Venezuela, fue la oportunidad para hacer una nueva amiga, extenderle la mano y ayudarle a llegar a su lugar de destino. Es duro estar fuera del lugar de origen, cuando recién has llegado todo se te hace muy difícil, lo digo por experiencia, salir de una ciudad a otra dentro de tú mismo país es complicado, más lo es cuando tienes que dejar tú país, tú gente, tú familia, los anhelos que tenías con tú nación. Andrea ni ningún venezolano deja su país por antipatriota o por falta de amor, todo ser humano tiene derecho a vivir en paz y con dignidad, por eso toman la decisión de partir. No se puede vivir solo para pensar en cómo conseguir los alimentos día a día, vendiendo todo lo que tienes (Andrea tuvo que vender todos sus electrodomésticos hasta su ropa para conseguir la comida a cualquier precio), a esto se suma la preocupación de ser atacado en cualquier momento por un delincuente o perder la vida de la desesperación o de la inestabilidad en la que se vive, y en la que ser profesional ni siquiera te sirve.
Y esta situación de inhumanidad es “mérito” de la politiquería que se siente feliz llenando plazas y calles de gente vestida de rojo. “Para que se piquen rojita está la plaza” manifiestan algunos, mientras que los de la oposición no logran concretar propuestas para enfrentar la crisis y solo centran sus esfuerzos por llegar al poder sin ningún plan que permita reconstruir Venezuela para devolverles a los venezolanos la felicidad que se merecen. La politiquería solo es una pugna de poderes que puede acabar con los derechos de un pueblo si éste lo permite.
Nota: Esta fotografía fue tomada durante el Festival de la arepa venezolana que se organizó en la ciudad de Cuenca-Ecuador, en el sector del Puente Roto.
Comentarios
Publicar un comentario