EL PRÍNCIPE DE NICOLÁS MAQUIAVELO (EXTRACTOS DE LECTURAS)



El Príncipe fue escrito en 1513 cuando Nicolás Maquiavelo se hallaba refugiado y exiliado en su finca de San Casciano.

El príncipe ofrece un diagnóstico y una salida al príncipe nuevo, capaz de establecer el orden nuevo.


Desde la ciencia política, se pretende impulsar la acción y transformar el rumbo desgraciado de los acontecimientos.

El Príncipe

Nicolás Maquiavelo


Estudio Preliminar

-Maquiavelo padeció en carne propia los rigores y arbitrariedades del poder.
-El sufrimiento transformado en conciencia concibió y forjó la obra más célebre de Maquiavelo.
-Maquiavelo presenta el poder no como algo natural de la persona o de una fuente divina sino como el resultado de la delegación, éste debe ser conquistado, obtenido, y que lejos de sostenerse en sí mismo requiere de los consensos y los favores del pueblo.
-El poder requiere de falsificaciones y adulteraciones para encubrir no sólo su origen sino para asegurar su continuidad. La ideología consiste en una de las mayores adulteraciones.
-Una cosa es valerse de la desigualdad para descansar sobre ella en un sistema jerárquico de dominación y otra cosa muy diferente es tomar la desigualdad como vehículo o instrumento articulado de la diferencia, y con ello potenciar las fuerzas de lo social.
-…al no contar el ‘valor social’ con una norma jurídica vinculante o coactiva, requiere del consenso, y la suscitación del consenso requiere de la retórica o de las armas.
-Llamamos “resistencia” al camino forzoso de retorno al punto anterior.




-Maquiavelo inaugura el grado cero o comienzo absoluto del sujeto estratégico, del sujeto político despojado de la visión encubridora de una metafísica que pretende hacerlo aparecer como un agente de progreso.
-El “pensamiento estratégico” es anticiparse de las acciones e intervenir en lo político. La “estrategia” requiere de una evaluación, es decir, de un vaciamiento de todo valor ideológico del campo en el que se actúa.
-Maquiavelo en el Renacimiento considera al hombre no ya como el agente de un plan divino, sino como un ser responsable de su propia obra; al Estado, no como una expresión del poder de Dios en la tierra, sino como la expresión de intereses económicos.
-“El deber de la pluma es persuadir cuando no suscita el pensamiento; el de la espada, conquistar; y si el que persuade de algún modo conquista, el que conquista no se vale de la persuasión en modo alguno” (Sergio Albano).

Nicolás Maquiavelo al Magnífico Lorenzo de Médicis

-“…no he encontrado, entre lo poco que poseo, nada que me sea más caro o que tanto estime como el conocimiento de las acciones de los hombres adquirido gracias a una larga experiencia de las cosas modernas y a un interesante estudio de las antiguas”.
-“…no puedo prodigarle mejor regalo que ponerlo a usted en condición de poder entender, en corto tiempo, todo cuanto he aprendido en muchos años y a costa de tantas desdichas y peligros”.
-“…así como aquellos que dibujan un paisaje se colocan en el llano para apreciar mejor los montes y los lugares altos, y para apreciar mejor el llano escalan los montes, así, para conocer bien la naturaleza de los  pueblos hay que ser príncipe y para conocer la de los príncipes hay que pertenecer al pueblo”.

CAPÍTULO I
De las distintas clases de principados y de las formas en que se adquieren

-Los dominios así adquiridos están habituados a vivir bajo un príncipe o a ser libres; y pueden adquirirse ya sea por las armas propias o por las ajenas, y por la fortuna o por la virtud.

CAPÍTULO II
De los principados hereditarios

-La antigüedad y permanencia en el poder consiguen desgastar la memoria de las innovaciones precedentes y las razones del cambio se desvanecen, no hay mejor piedra de toque para una segunda revolución que la establecida por una primera.
-El pueblo inculto que no es proclive a la lectura le bastarán las cuevas que hayan hecho los curas y obispos.

CAPÍTULO III
De los principados mixtos

-Este príncipe tendrá por enemigos a todos aquellos cuyos intereses han sido lesionados y no le será posible conservar la amistad y la lealtad de quienes le han facilitado su acceso, ya sea por la imposibilidad de satisfacerlos conforme a las obligaciones adquiridas o bien porque no resulta conveniente aplicar en su contra medidas enérgicas.
-Los hombres suelen cambiar buscando lo que no suelen encontrar casi nunca. Cristina de Suecia.
-…Luis XII, rey de Francia, perdió tan rápido a Milán como lo había adquirido… porque los pueblos que le habían abierto las puertas, viéndose defraudados en sus esperanzas por un futuro dichosos, no podían soportar con resignación las imposiciones del nuevo príncipe.
-Cuando son del mismo país y tienen una lengua común, es muy fácil conservarlos, sobre todo, cuando no están acostumbrados a vivir en libertad.
-…los pueblos reducidos a la pobreza y permaneciendo aislados, carecen de la fuerza para rebelarse.
-…el solo terror que inspira mi nombre bien valdrá, allí mi presencia.
-…sólo debe vigilar que después sus aliados no adquieran demasiada fuerza y autoridad, cosa que muy fácilmente pueden obtener con su propia fuerza porque, de este modo podrán derrocar a los más poderosos y así quedar como señor y árbitro de todo el país.
-Los romanos hicieron en estos casos lo que todo príncipe prudente debe hacer, lo cual no consiste simplemente en preocuparse de los desórdenes presentes, sino también de los futuros, y de evitar los primeros a cualquier precio. Porque previniéndolos a tiempo se pueden remediar con facilidad, pero si se espera a que progresen, la medicina llega a deshora y en ese caso la enfermedad resulta incurable.
-Los médicos dicen: que al principio su mal es difícil de conocer, pero fácil de curar, mientras que con el transcurso del tiempo, al no haber sido conocido ni prevenido, se vuelve fácil de conocer, pero difícil de curar.
-El ansia de conquista es, sin duda, un sentimiento muy natural y común, y cuando es ejercitado por aquellos que pueden hacerlo, es siempre objeto de alabanza antes que de censura; pero cuando intentan hacerlo a toda costa, los que no tienen capacidades para ello son merecedores de censura y reprobación.


CAPÍTULO V
De qué modo hay gobernar las ciudades o principados que, antes de ser ocupados, se regían por sus propias leyes

-Quien se transforme en el dueño de una ciudad acostumbrada a vivir en libertad y no la destruya, entonces deberá atenerse a ser destruido por ella. Porque se invocará siempre como estandarte de las rebeliones la libertad y el antiguo orden, los cuales ni siquiera los beneficios o el mero transcurso del tiempo harán perder su memoria.
-Pero cuando las ciudades o provincias están acostumbradas a vivir al amparo de un príncipe, una vez que el linaje de éste se ha extinguido y el poder ha quedado vacante, sus habitantes, por lo demás habituados a la obediencia, no logran concertar acuerdo alguno entre ellos para elegir a un nuevo soberano ni tampoco saben vivir en libertad.

CAPÍTULO VI
De los principados nuevos que se adquieren con las armas propias y por la virtud personal

-Para otros no hay necesidad de destruir a los pueblos, se los puede hacer obedecer cambiando su constitución.
-El valor y el coraje son siempre más necesarios que la dicha, ya que aquellos la hacen surgir.
-Ocasión u oportunidad y méritos. Aprovechar la ocasión para demostrar méritos. Tener méritos y no tener ocasión o desaprovechar la ocasión.
-Los pueblos sabios mantienen su libertad.
-Quien introduce las nuevas leyes se transforma en enemigo de todos los que se beneficiaban con las leyes antiguas.
-Tibieza, por un lado, el temor a los que tienen de su parte la legislación antigua y, por otro, la incredulidad de los hombres que nunca se fían en las cosas nuevas hasta no verlas confirmadas en la experiencia.
-Cada vez que los enemigos de los cambios tienen oportunidad para atacar, se concretan recíprocamente para hacerlo, y mientras el resto asume una tibia defensa, el príncipe corre el riesgo de ser derrocado junto a ellos.
-La naturaleza de los pueblos es cambiante y que, si es fácil persuadirlos de algo, es difícil mantenerlos luego fieles.

CAPÍTULO VII
De los principados nuevos que adquieren con armas y fortuna de otros

-Se puede llegar a ser príncipe por méritos o por suerte.
-Maquiavelo: Cuando se ha vivido veintitrés años en forma privada, en familia, y lejos de un pueblo cuya naturaleza ha cambiado, y que luego uno es transportado allí en nombre de la fortuna y por obra de voluntades extranjeras para reinar allí mismo; entonces se trataría de un estado nuevo.
-Cuando el duque encontró que la Romaña conquistada estaba bajo el mando de señores ineptos y más dispuestos a despojar a sus súbditos que a gobernarlos, y que les daban más motivos de desunión que de unión, por lo que sucedían continuamente los robos, las riñas y toda clase de desórdenes, juzgó necesario establecer un gobierno severo si se quería pacificarlo y volverlo dócil a la voluntad del príncipe.
-No hay grandeza ni fortuna alguna que sean dignas de alcanzarse al precio de perpetrar crímenes, y nunca se consigue grandeza ni felicidad a ese precio. Casi nunca los malos gozan de su maldad. Cristina de Suecia.
-El príncipe nueve cree necesario defenderse de enemigos, conquistar amigos, vencer por la fuerza o por el fraude, hacerse amar o temer por los habitantes, respetar y hacerse obedecer por los soldados, matar a los que puedan perjudicarlos, reemplazar con leyes nuevas a las antiguas, ser severo y magnánimo y liberal, disolver las milicias infieles, crear nuevas, conservar la amistad de reyes y príncipes.

CAPÍTULO VIII
De los que llegan al principado mediante crímenes

-Ascender al principado por un camino de perversidades y delitos o por el favor de los conciudadanos.
-Tanto en la política como en la cirugía, los cirujanos piadosos, lejos de curar las heridas, matan al que las padece.
-Es necesario hacerse amar y temer, ése es el único secreto. Cristina de Suecia.
-En toda ciudad se encuentran dos fuerzas contrarias y mientras los poderosos pretenden mandar y oprimir al pueblo, la otra parte rechaza esta opresión. Del choque de las dos corrientes surgen estos tres efectos: el principado, la libertad o la licencia. El principado puede ser establecido tanto por el pueblo como por los nobles.
-Los nobles, cuando comprueban que no pueden dominar al pueblo concentran toda la autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe, para poder, a su abrigo, satisfacer así sus apetitos de poder. El pueblo, cuando a su vez comprueba que no puede hacer nada frente a los grandes delega su autoridad a uno de ellos y lo hace príncipe, esperando que por medio de su autoridad lo defienda.
-El que llega al principado con la ayuda de los nobles se mantiene con más dificultad que el que ha llegado mediante el apoyo del pueblo, porque el príncipe se encuentra rodeado por quienes se aprecian de ser sus iguales, y en tal caso se le hace difícil mandarlos y manejarlos a su voluntad.
-Un príncipe jamás podrá dominar a un pueblo cuando lo tenga por enemigo, porque es muy numeroso.
-Lo peor que un príncipe puede esperar de un pueblo que no lo ame es el ser abandonado por él, ya que éste es multitudinario.
 -Nunca es posible satisfacer completamente a los hombres.
-Es una necesidad para el príncipe vivir siempre con el mismo pueblo, pero no con los mismos nobles…, porque en la prosperidad honrarán al príncipe y en la adversidad no son de temer; pero cuando no pactan entre ellos, ya sea por cálculo o por ambición, es señal de que piensan más en sí mismos que en el príncipe, y de ellos se debe cuidar este y temerles como si se tratase de enemigos declarados porque esperarán la adversidad para contribuir a su ruina.
-Quien llega a ser príncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse en conservar su afecto, cosa fácil porque el pueblo sólo pide no ser oprimido.
-…sí el príncipe que confía en el pueblo es un príncipe valiente que sabe mandar, que no se acobarda por la adversidad y mantiene con su ánimo y sus medidas el ánimo de todo su pueblo, no solo no se verá nunca defraudado, sino que se regocijará de haber depositado en él su confianza.
-…un príncipe hábil debe hallar una manera por la cual sus ciudadanos, siempre y en toda ocasión tengan necesidad del estado y de él. Y así le serán siempre fieles.
-Hacerse amar por el pueblo en las circunstancias en las que yo me encontraba y con las necesidades que en ese entonces apremiaban era por cierto algo muy difícil de conseguir.
-En este mundo no pueden prescindir uno de los otros. Sólo en muy pocas y contadas ocasiones es necesario confiar en alguien, pero más necesario es fingir que uno confía.

CAPÍTULO X
Cómo deben medirse las fuerzas de todos los principados

-Las ciudades de Alemania son libres, tiene pocos territorios y obedecen al emperador cuando les place, porque no le temen, así como no temen a ninguno de los poderosos que residan en las cercanías. La razón es simple: están bien fortificadas.
-Un príncipe poderoso y valiente superará siempre estas dificultades, ya sea dando esperanzas a sus súbditos de que el mal no durará mucho o bien haciéndoles temer las crueldades del enemigo, o ya sea aislando hábilmente a quienes parezcan demasiado osados.

CAPÍTULO XIII
De los soldados auxiliares, mixtos y propios

-...sucede siempre que las armas ajenas, o se caen de los hombros del príncipe o le pesan o lo oprimen.
-No conviene deber a nadie, aunque sea la mínima porción de la gloria propia; y deberle otro más que a sí mismo.
-Necesitan atravesar por nefastas experiencias y mucho tiempo para poder comprender lo que es necesario  hacer.
-…aquel que un principado no descubre los males sino una vez nacidos, no es verdaderamente sabio…
-“Quod nihil sit tam infirmum aut instabile, quam: fama potentiae non sua vi nixa” Nada es tan inestable como la fama de un poder que no se asienta en su propia fuerza.

CAPÍTULO XIV
De los deberes de un príncipe para con  la milicia

-En cuanto a ejercicios intelectuales, el príncipe debe estudiar la Historia, examinar las acciones de los hombres ilustres, ver cómo se ha conducido en la guerra, analizar el porqué de sus victorias y derrotas, para evitar éstas y tratar de lograr aquellas; y sobre todo, hacer lo que han hecho en el pasado algunos hombres excelsos que, tomando a los otros por modelos, tenían siempre presente sus hechos más celebrados.

CAPÍTULO XV
De aquellas cosas por las cuales los hombres y especialmente los príncipes, son alabados o censurados

-…porque hay tanta diferencia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que aquel que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse; porque un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno es inevitable que pierda entre tantos que no los son.
-…si consideramos esto con frialdad, hallaremos que, a veces, o lo que parece virtud es causa de ruina; y lo que parece vicio sólo acaba por atraer el bienestar y la seguridad.

CAPÍTULO XVII
De la crueldad y la clemencia, y si es mejor ser amado que temido o ser temido que amado

-…debe ser cauto… de modo que una excesiva confianza no lo vuelva  imprudente; y una desconfianza exagerada, intolerable.
-…porque el amor es un vínculo de gratitud que los hombres perversos por naturaleza quiebran cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor que se preserva por miedo al castigo no se pierde nunca.
-amar depende de la voluntad de los hombres y temer, de la voluntad del príncipe, un príncipe prudente debe fundar su poder en aquello que le es propio.

CAPÍTULO XVIII
De qué modo los príncipes deben cumplir sus promesas

-Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es el príncipe que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con astucia. Pero la experiencia nos demuestra atendiendo a lo que sucede en nuestros tiempos, que son precisamente los príncipes que han hecho menos caso de  la fe jurada, que han involucrado a los demás con su astucia y se han burlado de los que han confiado en sus lealtades, los únicos que han realizado grandes empresas.
-Hay dos maneras de combatir: unos con las leyes; otros, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre, la segunda de la bestia.
-Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar.
-Porque los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos, ya que todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que parece ser, pero pocos ven lo que es.
-El vulgo se deja seducir por las apariencias y los acontecimientos; y el mundo está compuesto sólo por el vulgo.

CAPÍTULO XIX
De qué modo debe evitarse ser despreciado y odiado

-Cuando el príncipe no puede evitar ser odiado por una de las dos partes, debe inclinarse hacia el grupo más numeroso; y cuando esto no es posible, inclinarse hacia el más poderoso.
-Marco, Pertinax y Alejandro, a pesar de sus vidas moderadas, a pesar de ser amantes de la justicia, enemigos de la crueldad, humanitarios y benévolos, tuvieron todos, salvo Marco, un triste final.
-El odio se gana tanto con las buenas acciones como en las perversas, por cuyo motivo, un príncipe que quiere conservar el poder es a menudo forzado a no ser bueno.
-Sin duda, el ser objeto del desprecio es el mayor de todos los males.

CAPÍTULO XX
Si las fortalezas y muchas otras cosas que los príncipes hacen con frecuencia son útiles o no

-Quienes forjaron la Revolución Francesa, en verdad, sólo pretendían darle las armas al pueblo. Y  los pocos nobles, a quienes se les ha permitido el ingreso en las filas del ejército no los relegaban, porque sabían muy bien que finalmente serían expulsados, ya que el único favorecido es el pueblo.
-Un príncipe fuerte jamás tolerará tales divisiones, que podrán serles útiles en tiempos  de paz, cuando, cuando, gracias a ellas, controlaría más fácilmente a sus súbditos, pero que mostrarían su ineficacia cuando sobreviniera la guerra.
-Indudablemente, los príncipes son grandes cuando superan las dificultades y la oposición que se les hace.
-El príncipe que adquiere un Estado nuevo mediante la ayuda de los ciudadanos que examina bien el motivo que impulsó a éstos a favorecerlo, porque si no se trata de afecto natural, sino de descontento con la situación anterior del Estado, difícil y fatigosamente podrá conservar su amistad ya que tampoco él podrá contentarlos.

-No  hay mejor fortaleza que el afecto prodigado por el pueblo, porque si el pueblo aborrece al príncipe, no lo salvarán todas las fortalezas que posea.

Reflexión: ¿El pueblo teme al príncipe o el príncipe al pueblo?

-…asimismo, dará seguridades a los ciudadanos para que puedan aplicarse tranquilamente a sus profesiones, el comercio, a la agricultura y a cualquier otra actividad; y que unos no se abstengan de embellecer sus posesiones por temer a que se las quiten, y otros, de abrir una tienda por miedo a los impuestos. Lejos de esto, instituirá premios para recompensar a quienes lo hagan y a quienes traten, por cualquier medio de engrandecer la ciudad o el Estado. Debe asimismo, en las épocas adecuadas del año, ofrecer divertimentos a los pueblos, por medio de festejos o espectáculos.

CAPÍTULO XXII
De los secretarios del Príncipe

-La elección de los ministros, que será buena o mal según la prudencia del príncipe se funda en los hombres que lo rodean: si son capaces y fieles, podrá ser temido por sabio, porque supo hallarlos capaces y mantenerlos fieles; pero cuando no lo son, no podrá considerarse prudente a un príncipe que el primer error que comete lo comete en esta elección.
-Basta que un príncipe tenga el suficiente discernimiento para advertir lo bueno o lo malo de sus actos y palabras, para reconocer, aunque por sí mismo no los descubra cuáles son las obras buenas y cuáles las malas de un ministro, y podrá corregir éstas y elogiar las otras; y el ministro, que no podrá confiar en engañarlo, se conservará honesto y fiel.
-Cuando se ve que un ministro piensa más en él que en uno, y que en todo no busca sino su provecho, estamos en presencia de un ministro que nunca será bueno y en quien el príncipe nunca podrá confiar.
-El príncipe, para mantenerlo constante en su fidelidad, debe pensar en el ministro. Debe honrarlo, enriquecerlo y colmarlo de cargos, de manera que comprenda que no pueda estar sin él; y que los muchos honores no le hagan desear más honores, las muchas riquezas no le hagan ansiar más riquezas y que los muchos cargos le hagan temer los cambios políticos que pudieran privárselos.

CAPÍTULO XXIII
Cómo huir de los aduladores

-No hay otra manera de evitar la adulación que hacer comprender a los hombres que no ofenden al príncipe cuando le refieren la verdad; y resulta que, cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto.
-Un príncipe debe solicitar consejo siempre, pero cuando él lo considere conveniente y no cuando lo consideren conveniente los demás.
-Debe preguntar a menudo, escuchar con paciencia la verdad acerca de las cosas sobre las cuales ha interrogado y ofenderse cuando descubre que alguien no se lo ha comunicado por temor.
-Un príncipe que no es sabio no puede ser bien aconsejado y, por ello, no puede gobernar a menos que se consagre a la tutela de un hombre muy prudente que lo guíe en todas sus acciones. Y aún en este caso, duraría poco en el poder ya que el ministro no tardaría en despojarlo del Estado. Y si pide consejo a más de uno, los consejos serán siempre distintos, y un príncipe que no sea sabio no podrá concertar los criterios diversos. Cada uno de los consejeros pensará de acuerdo con sus propios intereses; y él no podrá saberlo ni corregirlo.

CAPÍTULO XXIV
Por qué los príncipes de Italia perdieron sus Estados

-Es defecto común de los hombres no preocuparse por la tempestad durante la bonanza.
-Es suficiente tener a un parte del pueblo como enemigo.
-Cuando reina la bonanza, se jactan de las satisfacciones que produce.
-Las únicas defensas buenas, seguras y durables son las que dependen de uno mismo y de las propias virtudes.

CAPÍTULO XXV
Del poder de la fortuna, de las cosas humanas y de los medios para oponérseles

-Con suficiente ingenio y destreza pueden dominarse las mayores adversidades.
-El príncipe que confía ciegamente en la fortuna perece en cuanto ella cambia.
-…los hombres, para llegar al fin que se proponen, esto es, a la gloria y las riquezas, proceden de forma distinta: uno con cautela, el otro con ímpetu; uno por la violencia, el otro con astucia; uno con paciencia, el otro con su contrario; y todos pueden triunfar por medios tan dispares.
-No existe hombre lo suficientemente dúctil como para adaptarse a todas  las circunstancias, ya porque no puede desviarse a todas las circunstancias, o ya porque no puede resignarse a abandonar un camino que siempre le ha sido  próspero.
-El poder de acomodarse a la necesidad de las circunstancias.

CAPÍTULO XXVI
Exhortación para liberar a Italia de los Bárbaros

-Véase pronta y dispuesta a seguir una bandera mientras haya alguien que la enarbole.
-Nada honra tanto a un hombre que se acaba de promover al poder como las nuevas leyes y las nuevas instituciones ideadas por éste, que sí están bien cimentadas y llevan algo grande en sí mismas, lo hacen digno de respeto y admiración.


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