¿Cuánto cuesta la manzana? preguntó con
ganas una pequeña que traía chocando entre sus dedos cara con sello y
sello con cara cuatro monedas de cinco centavos. De seguro que mientras
hizo esta pregunta pensó si sus cuatro monedas le alcanzarían para
comprar el fruto que deseaba, pero cuando la señora le respondió que la
manzana de su negocio costaba veinticinco centavos, la niña no dudó en
hacerle una propuesta con una interrogante: “¿y no me la puede vender en
veinte centavos?”, la mujer bien sentada a lado de sus frutas le dijo
que NO.
Aquella inocente tendría que guardarse sus
ganas por la manzana y sus veinte centavos porque tan solo por cinco no
la podría morder.
Esos cinco centavos a esta comerciante se
le hubiesen olvidado cobrar a uno de sus clientes o tal vez se le
hubiesen caído entra las frutas o extraviado en la calle, todo pareciera
suceder menos vender una manzana de su puesto en veinte centavos.
Reflexión: ¿Cuántos de nosotros
hemos tenido que dejar de tomar el bus e irnos a pie porque no
completamos para el pasaje?, ¿cuántos hemos dejado de comer porque las
monedas no nos alcanzan? La culpa no es de los comerciantes porque ellos
tienen su tarifa que les sirve para mantener a sus familias, mas
considero que en detalles como estos se plasma la desigualdad social, mientras
unos derrochan como si mañana no fueran a comer, otros ahorran porque
saben que para vivir mañana tienen que comer algo hoy día.
No olvidemos que estamos en una sociedad de consumo donde sino completas la tarifa simplemente no consumes.
Amig@s deseo compartir esta realidad de nuestra sociedad que pude presenciar mientras acudía a comprar frutas en uno de los puestos ubicados en la Av. de la República del cantón donde resido-Huaquillas. Por fortuna, aquella niña pudo comer la manzana, la dueña del negocio no perdió los cinco centavos y quien les escribe ganó la oportunidad de contarles este corto de la vida.
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