AUTORIDAD SIN GRITOS



A nadie le gusta que le griten, tampoco los gritos son para quien los recibe una cuestión de gusto, pero sí son el amargo sabor de la injusticia cuando no se los merece. Los gritos son la forma totalmente equivocada de corregir o amonestar las malas acciones de los subalternos.

Los padres, los hermanos mayores, los maestros, nuestros jefes de trabajo, nuestro gobierno y todos los que tengan una autoridad concedida creen que con sus gritos pueden dominar a quienes están bajo su poder, y en realidad no es así, sin embargo quienes están siendo mandados por alguien permiten que los cabecillas enderecen sus vidas con voces estruendosas que humillan, desmedran la autoestima, golpean la psicología y el valor desu humanidad; piensan que esto es correcto, que es la ley de la vida, que el patrón debe dirigir con gritos porque sino es así no tiene autoridad, entonces todo sus subordinados pasarán encima de él, harán lo que lesvenga en gana yreinará la anarquía.

‘Tatiana las cosas no son así… no tienes autoridad’, alguien me repitió una y mil veces (no exagero cuando digo mil veces…), mas ninguna de esas mil veces entendí éstas palabras por la sencilla razón de que para mí el respeto no se lo gana golpeando la psiquis con palabras soeces. El respeto no lo tiene quien más ofende. El que acostumbra a gritar es porque ha perdido la autoridad, es tan poco inteligente y carente de recursos que ante la impotencia no le queda más opción que ésta.

Al igual que ustedes amigos y que todos en general tuve y tengo jefes y en una ocasión el poder estuvo en mis manos. Mis compañeros de labores pensaron que al ser su nueva jefa iba a cambiar, que al cruzar la puerta de la oficina y sentarme en la silla de un cargo mayordejaría de ser su compañera para convertirme en su gruñona; se equivocaron tanto, pues nunca dejé de ser la misma, les conservé el mismo respeto que desde el primer día les manifestécuando ingresé a trabajar junto a ellos, y esperé de ellos lo mismo. Jamás les grité, siempre les pedí de favor, mi educación nunca cambió, mi saludo jamás se transformó o se los negué por darme ínfulas de jefa. Fui la misma, sin títulos y sin vanaglorias, porque el respeto tampoco se guarda en los títulos. 

Al cabo de cuatro meses de ejercer el poder, perdí el puesto, supuestamente por ‘falta de autoridad’, entiendo que fue por falta de gritos. Acepté la remoción, lo que no acepté es prometer que sería fuerte a aullidos con mis subalternos y decir ‘jefecito no me cambie de puesto, de ahora en adelante gritaré y demostraré que quien manda aquí soy yo’. No empujaría mi garganta ni mi lengua para doblegar a quienes merecen respeto como yo lo merezco, no mancharía la educación exquisita que me heredaron mis padres para ser cualquier cosa menos persona. Y si ordenar para nuestro círculo social significa lanzar gritos prefiero seguir ordenando con respeto, este tipo de orden es invisible, pero es mucho más productivo, no se presume pero se lo ve en los resultados, en los argumentos con que se sostienen las ideas y se discrepa con altura a quienes tienen una visión diferente. 

Esa es para mí la autoridad, en la que el miedo no predomina, en la que la sabiduría se antepone, el diálogo resuelve los conflictos, la razón y la justiciapriman sobre los caprichos. El líder y sus seguidores conscientes saben que esto es verdadera convivencia humana, los gritos son para los que buscan sobrevivir con un mando que no poseen y que a percusión intentan mantener, ellos no conocen lo que es tratar con respeto mucho menos recibir respeto.



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